Todos los años, al llegar la primavera notamos cierta flojera. Nuestro cuerpo se enfrenta a unos cambios en el ambiente que nos afectan mucho, los altibajos de presión atmosférica, la diferencia horaria con su pertinente alteración de luz solar, así como los cambios bruscos de temperatura con mucho calor al mediodía y fresquito por la mañana y por la noche.
Todo lo anterior hace que nuestro organismo trabaje al máximo en su proceso de adaptación a tanta alternancia. Las personas mayores, niños y enfermos lo acusan más, pero también los sanos y atletas lo sufren por culpa de procesos alérgicos, las astenias primaverales, dificultad para dormir, pasar frío o calor en la cama... ¿quitamos el edredón o lo dejamos?
Por eso hay que tener paciencia, dar tiempo al tiempo para que nuestro engranaje haga un ajuste preciso (que necesita unos días o semanas dependiendo de nuestro estado de salud, inmunidad, resistencia, etc.). Es conveniente en esta época tomar complejos vitamínicos y minerales. Los antioxidantes son interesantes en esta época del año, así como los ácidos grasos omega 3 pero de buena calidad y a dosis adecuadas.
También es interesante ponerse prendas de algodón al hacer ejercicio (tanto en el moderado como pasear, como en el de competición) para que si se suda se empape bien y no corramos riesgo de enfriamiento con el consiguiente "trancazo". Y finalizar con una buena ducha y a poder ser, un buen masaje.
Mientras tanto, paciencia y ánimo.